La silla podría ser un gran obstáculo para el desarrollo de una buena higiene postural. Si analizamos las formas de sentarse presentes en diferentes culturas, todo parece indicar que sentarte en el suelo y dejar de lado las sillas podría ayudarte en tu lucha contra el dolor de espalda.

Hay decenas de formas de sentarse (con y sin silla)

Sabemos de sobra que el sedentarismo es uno de los peores enemigos de la salud, pero la forma en que nos sentamos cuando pasamos el tiempo quietos también puede estar contribuyendo a nuestro deterioro físico en el mundo occidental.

Y es que, en el día a día, nos sentamos el mayor tiempo posible: en casa, en la oficina, en el transporte público, en el coche… El problema no reside únicamente en que no caminamos: hay que añadir que el tiempo que pasamos sentados lo hacemos siempre sobre una silla o una estructura similar.

Sin embargo, en muchas culturas es común sentarse en el suelo de muchas formas diferentes, desde un enfoque postural mucho más intuitivo o biológico: aprovechando todas las posibilidades que ofrece el propio cuerpo para sentarse.

En su artículo World Distribution of Certain Postural Habits, el investigador Gordon W. Hewes identificó más de 50 posturas diferentes en las que los seres humanos se sientan en todo el mundo. Corría el año 1955, cuando Internet todavía no había causado estragos en nuestro estilo de vida, alargando todavía más las horas dedicadas al sedentarismo.

Como se aprecia en la imagen, las posibilidades son realmente numerosas, y muy pocas dependen de una silla o de un soporte similar (como los troncos).

Muchas de estas posturas permiten interactuar con el medio de un modo distinto, a ras de suelo y con mayores rangos de movilidad para la cadera y el tren inferior.

La trampa de la silla y la falta de movilidad

En un artículo anterior habíamos hablado ya de las falsas creencias sobre las sentadillas. Es común pensar que las sentadillas profundas son perjudiciales para las rodillas, pero la realidad es que podríamos sacar mucho partido de ellas.

Las sentadillas profundas, o los ejercicios que requieren pasar mucho tiempo en cuclillas, se asocian en nuestra cultura occidental a dolor e incomodidad. Pero para muchas poblaciones en distintos países esa es la manera de sentarse, sin ni siquiera tocar el suelo.

Entonces… ¿por qué duelen las rodillas? ¿Por qué nos cuesta tanto mantenernos en esa posición?

Probablemente, por las sillas. Usar una silla es cómodo porque permite apoyar la espalda, pero limita en gran medida nuestra movilidad en la cadera y en las piernas.

Como resultado, es habitual que gran parte de la población occidental tenga acortamiento en la musculatura isquiosural, rigidez en el psoas (el principal flexor de la cadera) y un «entumecimiento» general que se traduce en dificultades para aprovechar todo el rango de movimiento de las rodillas.

Pensemos por un momento: ¿cómo se sientan los niños pequeños? ¿Cómo se acercan al suelo cuando quieren manejar juguetes y otros objetos?

Exacto: con una sentadilla profunda.

El estilo de vida y la influencia de la cultura nos empujan a abandonar esos modos más intuitivos de sentarnos.

A cambio, nos adaptamos a las sillas, en las que acabamos sentándonos de manera incorrecta: no solo no apoyamos la espalda, sino que pasamos la mayor parte del tiempo encorvados y perdemos toda la fuerza en los músculos encargados de mantener una postura erguida.

Si pasáramos más tiempo sentados alternando entre las decenas de posturas diferentes que podemos crear en el suelo, conseguiríamos ganar poco a poco más flexibilidad en los flexores de la cadera. Y tener un psoas más flexible reduce las presiones a las que sometemos a las vértebras lumbares…

A eso hay que añadirle el propio fortalecimiento de la musculatura de la espalda, que debe trabajar más para tener el tronco erguido (no como en la silla, en que no existe ningún esfuerzo).

Por tanto, si quieres una espalda más sana, intenta pasar más tiempo «cerca del suelo»: usa sillas bajas, dedica ratos del día a abandonar la silla o el sofá…

Hazlo poco a poco, sin prisa y respetando los límites de tu cuerpo. Verás que en pocas semanas empiezas a notar la diferencia: aprenderás a sentarte con la espalda más recta en la silla y descubrirás que se van atenuando los dolores en la zona lumbar. 

Laura Tejerina
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