¿Te has parado a reflexionar cómo es tu práctica de yoga en pandemia? Yo me he dado cuenta de algunas peculiaridades en mi relación con la esterilla desde que inició la locura del confinamiento en marzo de 2020.
Yoga en pandemia: el yoga como refugio y consuelo
Cuando se declaró el estado de alarma en España, en marzo de 2020, tuve que enfrentarme a la dura realidad de lo que significaba estar encerrada. Acostumbrada a pasar la mayor parte del día fuera de casa, a entrenar en el gimnasio y a caminar miles de pasos, las cuatro paredes suponían reducir a la mínima expresión el concepto de mi mundo.
Esto se notó enseguida en mi manera de entrenar. Todos los días dedicaba al menos una hora a hacer ejercicio intenso, que suponía la mejor manera de lidiar con la ansiedad del confinamiento. Hacía trabajo aeróbico intenso, entrenamiento de fuerza, intervalos, etc.
Durante esas semanas seguí enseñando yoga, en modalidad online, y mantuve mi tendencia de alternar hatha y vinyasa yoga.
También descubrí la importancia de cuidarme dedicando tiempo a mi práctica individual, cada vez más necesaria a medida que pasaban las semanas. La llevaba a cabo por las tardes, en la azotea de mi edificio, aprovechando que estaba vacía y que llegaba el buen tiempo.
Detalles curiosos de mi práctica de yoga en pandemia
Hay cientos y cientos de posturas de yoga (asanas), y cada una tiene un significado y unos beneficios diferentes. Y no solo se nota a nivel físico, sino también en los planos mental y emocional.
Lo que más me apetecía en esas «incursiones» a la azotea era realizar saludos al sol, dinámicos y exigentes: respiración Ujjayi, flexiones de tríceps en chaturanga, y un buen ritmo que me hiciera sudar.
Me di cuenta de que cada vez quería practicar menos Hatha Yoga porque sentía mucha ansiedad y buscaba modos de «quemar» toda esa energía. Tenía demasiado tiempo conmigo misma en calma, así que no necesitaba más de eso.
Otro detalle interesante es que me centré sobre todo en posturas estables y «de poder», como una respuesta en busca de control frente a una situación totalmente impredecible e incontrolable. Si siempre me han gustado las posturas del guerrero I y guerrero II, en pandemia me he enamorado definitivamente de ellas.
Esa búsqueda de estabilidad también se tradujo en un rechazo inconsciente hacia las posturas de equilibrio. Sentía que necesitaba tener contacto con el suelo, sentir mis raíces y fijar la mirada sin miedo a caer o a desestabilizarme. Mi vida (la de tod@s) ya tenía demasiada incertidumbre como para «columpiarme» sobre un solo pie.
Por último, mi práctica de yoga en pandemia ha reforzado mi relación con los ejercicios de Pranayama y con el canto de mantras (más concretamente, la respiración Ujjayi y el mantra de Ganesha para eliminar obstáculos).
Cuéntanos en los comentarios… ¿cómo ha cambiado tu práctica de yoga en pandemia? 👀
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