No siempre tenemos una persona al lado dispuesta a darnos un masaje, ni podemos acceder a un profesional. Hoy te contamos cómo darte un automasaje de cabeza y cervicales, tratando los problemas que puedas tener y disfrutando de los beneficios de sentir tu propia piel.
¿Qué es el automasaje?
El automasaje es algo tan natural como estirarnos para quitar el adormecimiento: nos automasajeamos constantemente sin ser consientes de ello. Un día de frío nos frotamos las manos y luego nos frotamos los brazos y piernas. El contacto con nuestro cuerpo intentando calmar una sensación –ya sea de temperatura, tensión o dolor– se denomina automasaje.
Para conseguir el resultado que esperamos es necesario aplicar una técnica adecuada, que variará dependiendo de si queremos quitar tensión en una zona, relajar o eliminar el dolor.
¿Cómo prepararnos?
Antes de realizarnos un automasaje debemos ducharnos con agua caliente (temperatura tolerable) para que nuestra musculatura esté menos tensa. Es importante secar bien la piel y dejar al descubierto la zona que vamos a tratar.
Podemos ayudarnos de cremas hidratantes y/o aceites de masajes porque estos lubricantes ayudarán a un mejor deslizamiento de nuestras manos y darán fluidez a los movimientos.
Seleccionemos un ambiente donde nos sintamos tranquilos, sin distracciones exteriores, con poca luz o mucha luz según nuestro gusto. No olvides silenciar el teléfono móvil y dejar las prisas a un lado para relajarte más… Y la música y unas velas aromáticas son también buenos complementos.
¿Qué zonas podemos automasajear?
Las zonas donde podemos realizarnos un automasaje se extienden a donde nuestras manos lleguen, siempre dependiendo de nuestra flexibilidad. Las de mayor demanda por sobrecarga son la cabeza, el cuello, los hombros, los brazos, los glúteos, las piernas y los pies. Debemos tener cuidado con no forzar la postura para intentar llegar a una zona alejada de nuestras manos, ya que solo conseguiremos quitarnos un dolor y a costa de conseguir otro.
Técnica para el automasaje de cabeza y cervicales
Comenzaremos desde la parte media de la frente con ambas manos hacia la sien en ambos sentidos. El movimiento tiene que ser pausado y buscando más profundidad en cada repetición. La sien se debe masajear con mucho cuidado utilizando las yemas de los dedos índice y medio.
Luego, con los mismos dedos, descenderemos en línea recta siguiendo la silueta de la mandíbula (podemos prolongar el recorrido hasta el mentón). Desde este punto, utilizando las palmas de las manos al completo, tiramos la piel hacia atrás y, al llegar a las orejas, bajaremos por las cervicales con movimientos circulares. El retorno se realiza siguiendo el mismo recorrido hasta llegar al punto de partida (mandíbula o mentón). Después repetiremos el mismo proceso varias veces.
Es importante gestionar el tiempo de manera que el automasaje no nos lleve más de 20 minutos en total.
Si tenemos algún punto doloroso, debemos pasarlo evitando profundizar. Solo al terminar los recorridos ejerceremos una presión directa durante unos segundos. Repetiremos esto entre 4 y 6 veces, para seguir con el procedimiento con normalidad.
Es muy importante mantener en todo momento una postura correcta: cuello erguido, espalda recta, hombros relajados… Cuando estemos masajeando la zona cervical, podemos relajar un poco la postura de la zona, sin cometer el error de la «pérdida de cabeza» (descenso de la cabeza hacia adelante).